La Unión Europea, líder del siglo XX en articular una comunidad hasta hacía poco tiempo dividida y desgarrada por guerras fronterizas y mundiales, impulsó un proyecto de integración que tuvo su mayor éxito entre 1990 y 2010 donde se consolidó el multilateralismo que -según definió Vicente Palacio (Co-autor del Informe El Estado de la Unión Europea 2018: los Estados europeos ante la reforma de la Unión)- «es un conjunto muy amplio de instituciones, foros, dinámicas globales y regionales, enmarcadas por el respeto a reglas comunes aceptadas por todos«. El objetivo del multilateralismo es el crecimiento de todos, la inclusión y la confianza en las buenas prácticas de los valores compartidos.
El multilateralismo que conocimos está en crisis: crisis económica, crisis social, crisis política, crisis de valores. Desde 2010 hay una progresiva pérdida de confianza mutua entre los países, surgen las diferencias y los modos de abordarlas y empezamos a ver un rebrote de nacionalismos a veces furibundos. Nacionalismos o fundamentalismos religiosos nos traen temor al otro y por ende, una cadena de reacciones para protegernos y eventualmente atacar al que suponemos nos puede atacar, produciendo una escalada de violencia en las que sólo algunos conocen las reales motivaciones y el resto de los grupos sociales creen lo que sus dirigentes eligen decirles.
El multilateralismo que conocimos está en crisis. Pero eso no significa el fin del multilateralismo en sí sino que nos desafía a encontrar nuevos modelos donde la soberanía de los países -y la identidad de sus ciudadanos- no se vea menoscabada ni menospreciada sino valorada como una parte del todo de la humanidad.
En un nuevo multilateralismo es necesario reajustar la reciprocidad en las acciones y en el comercio, redefinir el valor de las finanzas especulativas con respecto a la producción e industrialización de los productos, habrá que cultivar la educación en la diferencia y el valor de la cooperación internacional, estimulando las estructuras económicas sólidas para todos, los derechos humanos y el medioambiente, respaldando a las democracias y respetando a los ciudadanos como tales en vez de verlos como objetivos de marketing.
El nuevo multilateralismo deberá entender ciertas cuestiones que tienen que ver con el aggiornamiento necesario: qué fue exitoso en el pasado y cuándo y por qué dejó de serlo, o qué no fue exitoso antes pero ahora es necesario implementar, qué dejar de lado y qué potenciar, qué ralentizar y qué priorizar. El nuevo multilateralismo tiene que querer ser lo que se necesita ahora. El mundo no espera, sigue girando.
De nosotros depende articular cuanto antes multilateralismo con soberanía, economía con desarrollo sostenible, diversidad con respeto, negocios con el cuidado del medioambiente. Se puede lograr, es necesario que lo logremos.